En la confluencia angular de dos calles, la de la Lastrilla y la de la Soledad –a la que da nombre-, se encuentra la ermita así llamada, asentada sobre una plataforma cercada en su parte noroeste y oeste por un muro bajo. Sobre el muro y en el vértice de ambas calles se sitúa una estela funeraria. El edificio es de mampostería, recubierto en su frente de cemento, imitando sillares de piedra. Cuatro contrafuertes soportan, en parte, la presión de la bóveda y paredes. La planta muestra la sencillez de su edificación. Consta de una sola nave a la que se accede a través de una puerta con arco semicircular de dovelas. Ante el frontal se encuentra un pequeño patio o pórtico abierto, con losetas de cemento y rodeado por una tapia baja de piedra y sencillas rejas. A la derecha, mirando a su frente, se encuentra la llamada “torre del reloj”, adosada a la nave de la ermita. Como indica la placa de mármol que hay en el arranque del segundo cuerpo, de los dos que consta, “se construyó esta torre a expensas del caudal del Ilmo. Sr. Benito Campo Golmayo, Auditor del Tribunal de la Rota, que falleció en Enero de 1860”. Remata la torre una sencilla espadaña terminada en triángulo neoclásico, sobre la que se monta un armazón sencillo de hierro que fija la campana del reloj, tañida a las horas por un martillo movido por la maquinaria del mismo. Muy probablemente esta torre se adosó, en el siglo XIX –hacia 1860- a la ermita ya existente. La nave única de la ermita, a juzgar por la decoración y elementos de su interior, puede datarse con seguridad en el siglo XVIII, como parece atestiguar el retablo mayor situado en el presbiterio, aunque es probable que fuera anterior. Este retablo está construido en madera, todo él dorado, con un cuerpo horizontal y tres calles verticales, que marcan unas columnas barrocas, en parte acanaladas. Dada la altura media de la capilla, el retablo es también mediano, teniendo en su centro –en una especie de concha dorada- una talla de la Virgen de la Soledad, vestida con sencillo manto negro, talla del siglo XVIII. A su derecha hay otra talla de un Ecce-Homo también vestido, y a la izquierda una escultura de madera de un Cristo atado a la columna de la flagelación.
En las paredes laterales, a la derecha e izquierda de la entrada y en la parte superior, se encuentran pintados al fresco cuatro series de pinturas que representan los doce apóstoles.
Estas pinturas de los Apóstoles fueron restauradas a expensas de D. Ramón Benito Aceña, quien también hizo varias donaciones a esta ermita, como consta en su testamento, otorgado en Madrid el 4 de Febrero de 1916.
Dado que D. Ramón Benito Aceña murió el 11 de Diciembre de 1916, es muy probable que a su fallecimiento las obras no se hubieran hecho, al menos en su totalidad. Posiblemente, la Cofradía de la Vera-Cruz tenía su sede en esta ermita, al ser su Hermano mayor uno de los responsables de las obras indicadas.
La ermita, pues, parece ser una construcción del siglo XVIII a la que posteriormente se adosó la torre del reloj en pleno siglo XIX. La existencia de esta ermita en el siglo XVIII se constata no sólo por la data de su retablo, sino también por aparecer citada en 1756 en las respuestas que el Concejo de Valdeavellano remitió al cuestionario recibido, para elaborar el Impuesto Único del que se hizo ejecutor el Marqués de la Ensenada, por cuyo nombre se conoce. Posteriormente, en el siglo XIX se añadió la torre como lo atestigua la placa que hay en la misma, en la que se indica que su patrocinador murió en el año 1860.
Por otra parte, ermita y torre tienen puertas diferentes y no hay comunicación entre ellas, lo que hace suponer que son dos construcciones separadas y diferenciadas. Además, la ermita dependía de la parroquia de Ntra. Sra. de la Paz y la torre del reloj, en cambio, depende del Ayuntamiento.
Así pues, puede ser que esta ermita de la Soledad existiese con anterioridad (s. XVII) al siglo XVIII, pero que fuera reconstruida, y ciertamente decorada en ese siglo XVIII, en el que también se reformó la parroquia.